miércoles, 14 de octubre de 2009

Manifiesto del 12 de octubre de 2009





Fundación Guabancex Viento y Agua

Volver a la vida

Manifiesto del 12 de octubre de 2009



El 12 de octubre de 1492 empezó a cumplirse la profecía: Llegaron los navegantes vestidos que matarían de hambre a nuestros antepasados. Para nuestra desgracia, ese fue el último día en que reinó la libertad en Abya Yala, “tierra madura o tierra viva en flor”, como hoy preferimos llamar a nuestro continente, siguiendo las enseñanzas de nuestros primos, los Kuna panameños.

Recibimos a aquellos hombres como dioses. Los rescatamos de sus naufragios; les construimos fortalezas con los restos de su tecnología; les dimos nuestros bálsamos para aliviar el dolor de la venganza de nuestro ejército de insectos, crustáceos, enfermedades y cemís; los protegimos de la indignación y la furia de nuestros/as dioses/as huracanados/as.

La Nación Taína Arawaka, aposentada en las Antillas Mayores, probable epicentro de la migración y el préstamo permanente de las ideas en el continente, islas de tránsito, labrada pacientemente por más de cinco mil años de tráfago intercontinental, enfrentaba su más vital prueba de fuego.

Una sociedad humana acostumbrada a vivir humildemente en comunicación espiritual con toda la naturaleza viviente –“¡Oh árbol, eres tan bello!, ¿quieres que te construya una casa?”--, eminentemente pacífica, con esquemas solidarios de participación comunitaria, con instituciones políticas ampliamente consensuadas, llegaba trágicamente a su fin.

Repentinamente descubríamos que éramos intrusos en nuestro mundo: nuestra lengua materna fue criminalizada, nuestras tierras ya no eran nuestras, nuestras mujeres eran de otros, nosotros éramos el alimento de sus leales mastines.

Genocidio, ecocidio, extinción, evanescencia; muchos términos han sido usados para caracterizar uno de los crímenes más espeluznantes de la humanidad. Pero hasta hoy sólo ha reinado el silencio.

Nos tuvimos que hacer los muertos, tuvimos que declararnos extintos, como zombis, para sobrevivir. Ahora empezamos a darnos cuenta que nuestros genes, gracias a nuestras abuelas y madres, sólo se mezclaron, se subsumieron, enriqueciéndose, fortaleciéndose, con múltiples poblaciones europeas y africanas.

Como ha escrito el poeta Servio Tulio Almánzar Frías en 1967 sobre nuestros ancestros:

Para llegar a la raíz del árbol de tu razasería necesario remontar los caudalosos ríos tropicales,o escalar fortalezas pétreas de las cordillerasen cuyos vértices anidan los relámpagos;sería necesario recorrer los caminos profundos del tambordonde trepidan las paredes del tiempo…

Hoy 12 de octubre de 2009, recordamos y contrafestejamos la infausta fecha. Jamás olvidaremos ni perdonaremos lo ocurrido. Pero es preciso superar las inútiles deudas de rencor; tenemos que volver a vivir.

¿No es ésta, entonces, una justificación para festejar?

Hemos decidido quebrar el sello, romper el silencio. Hoy decimos al mundo que nosotros somos nuestros ancestros sobrevivientes. Su genética, ampliamente mestizada, y su cultura, ampliamente diversificada, viven como potencialidad, en nosotros. Tenemos una voluntad. Estamos aquí. Somos los portadores de esa episteme, de esa mística, de esa ética, de esa estética única.

Históricamente somos el producto de un insólito experimento social, sin precedentes en la historia humana: la mestización de los pooles genéticos de tres continentes diferentes.

No obstante, hemos podido preservar dos de las características distintivas de nuestra cultura originaria: el ritmo y la solidaridad, como dice un agudo filósofo dominicano contemporáneo. Parafraseando al poeta y cantautor mayor de la resistencia cultural: El corazón del Pueblo ha conservado su ritmo y ha ido más allá.

Debemos, entonces:

Llorar y enterrar a nuestros ancestros, reconocerlos, honrarlos, completar el duelo. Liberarlos, liberarnos, y volver a la vida.
Estudiar nuestro pasado, haciendo memoria viva del olvido, viendo en el presente el potencial no aprovechado o desperdiciado. Conocer lo que fuimos y apostar por lo que podemos ser.
Abandonar la demonización del pensamiento Occidental como algo necesariamente homogéneo e intrínsecamente inicuo, y la idealización de toda la cultura amerindia y africana como necesariamente homogénea e intrínsecamente inocua.
Empezar a reconocer y aceptar la inseparabilidad de nuestras tres raíces etnogenéticas, en igualdad de condiciones. Tenemos que entender el mestizaje como la dinámica sin fin de nuestro continente: la interculturalidad, la utopía de un mundo de paz e igualdad.
Enseñar arte, cultura, ética y espiritualidad tainas, sin idealizarlas ni mistificarlas, a nuestros/as niños/as y adolescentes.

¿Por qué es importante en el presente esta recuperación de nuestro pasado?

Porque ella nos dice los límites de nuestro desarrollo, nos revela el horizonte en expansión de nuestra cultura. Y nos recuerda que una casa dividida difícilmente se podrá mantener en pie.

Sólo a través de un proceso de reconciliación, con todos los elementos de los complejos mundos que nos habitan, podremos reemprender la tarea de continuar perfeccionando nuestra cultura.

Santo Domingo, 12 de octubre de 2009

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